Mi cuerpo se estremece. De pronto, abrí los ojos. La luz del Sol al horizonte me deslumbró, el viento desnudando mi cuerpo y los sonidos del silencio. Pequeña muerte. Nuevo comienzo. Miré a mi alrededor y me entendí al borde del peñasco. De todos los caminos que pude escoger decidí tomar este… ¡Mira! Ese sendero me llevaba a la pradera; aquel otro, siguiendo el río, ofrece un lago hermoso de intención. Y yo, que subí montañas, que resbalé tantas veces, que perdí mis ropas y mis zapatos en el camino he llegado a este abismo. La vista es mágica. Pero el siguiente paso me hará caer, sin alas, sin control, sin destino. Esperaba encontrar recompensas al final del camino tan tortuoso. Creí entender cada paso so planear el final a mi antojo. Y heme aquí, respirando la última bocanada de aire seguro. Inhalando cada fuerza que me queda de seguir peleando contra corriente; aferrándome a un ideal que sé inalcanzable; luchando por ser quien no puedo; llenando mi mente de pensamientos infructuosos… Todo lo sostengo al grado de ser doloroso… Y, por fin, exhalo, liberando en aquel suspiro el último dejo de miedo que recorría mi ser, toda mi necesidad de controlar mi pasado y mi destino. Reconociendo, amando y honrando mi camino nunca antes transitado. Vaciándome por completo de lo que no es mío. Y por vez primera, sintiéndome en plenitud. En el borde, ya no temo, ya no lucho… Porque, en este punto, sólo tengo dos opciones… Y el camino recorrido… Ya lo conozco…